sábado, 27 de noviembre de 2010

El derrumbe del tigre celta


Los mercados han dictado sentencia. Hay que asesinar al Tigre Celta. El neoliberalismo contempla compungido como la niñita de sus ojos se ha derrumbado, pese al espectacular crecimiento económico que Irlanda deparó en la última década. Los círculos conservadores ponían al país como ejemplo: era un milagro, una consecuencia de dejar al mercado a su libre albedrío, minimizando la función social del Estado. Grandes multinacionales establecieron en la isla sus sucursales europeos: Google, Facebook o Microsoft se han beneficiado del bajísimo impuesto de sociedades establecido en Irlanda.

Pero la burbuja inmobiliara explotó y la onda expansiva ha resultado brutal –mucho más que en España-. En 2008, el gobierno irlandés inyectó 45 mi millones de euros. Una cantidad nada desdeñable, teniendo en cuenta que la población del país a penas alcanza los cuatro millones de personas. Y no ha sido suficiente. Como siempre en estos caso, son los ciudadanos de a pie quienes terminan pagando los platos rotos de “la fiesta” de los grandes tiburones de las finanzas y las enorme compañías. Para atemperar el déficit que estrangulaba al viejo tigre, la Unión Europea y el FMI han dictado el “Plan Nacional e Recuperación”, que se traduce en el despido de 20.000 funcionarios, la reducción de las pensiones, el aumento de la edad de jubilación a los 68 años, unido a una reducción el gasto social, un recorte en un 10% de los sueldos de los funcionarios y, finalmente, incrementar los impuestos, tanto directos como indirectos. Eso sí, la baratísima tasa que pagan las empresas no se toca, no se vayan a cabrear las multinacionales.


¿Realmente saldrá de esta Irlanda? Cabe dudarlo. La inyección de dinero por parte de la Unión Europea (mejor dicho, de Alemania) será destinada una vez más a las entidades financieras al borde del colapso. Cuesta creer que los costes sociales del ajuste puedan ser reparados en un plazo más o menos extenso de tiempo. No hay duda de que el Estado del Bienestar se tambalea. La corriente neoliberal que impera se frota las manos. Los mercados financieros sin regulación son una cancha libre para brokers sin escrúpulos y especuladores que no dudan en jugar con los fondos de los pensionarios para utilizarlos en su propio interés acumulativo. Las dudas sobre la solvencia de España se disparan y son los principales beneficiarios de ello. Resulta increíble como la soberanía nacional es violada sistemáticamente por el nuevo capitalismo al que nadie ha sabido aplicar las medidas necesarias como para que no se convirtiera en una fiera titánica contra la que nadie es capaz ya de luchar.

Quienes causaron la crisis ahora se benefician de sus resultados. Empresarios, bancos y seguidores del neoliberalismo disponen ahora de un panorama idílico para imponer su ideario. Todos los países devastados por la deuda y los planes de rescate necesitan ser reconstruidos. Ellos provocan el shock y ellos se encargan de privatizar los beneficios de la operación. Y si no, ¿qué intereses aguardan detrás de medidas como la privatización de las pensiones y de otros servicios públicos? Claro está: será la empresa y no los ciudadanos quienes saldrán beneficiados. El sueño europeo, ese que ejercía de adalid de los pueblos del mundo ha muerto. Un fantasma recorre Europa con paso firme y dejando tras de sí un reguero de pobreza y derechos sociales despedazados. Ahora, cada vez estamos más cercanos de semejarnos a Estados Unidos (con lo que ello conlleva) que a un continente próspero y defensor de los derechos humanos.

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