miércoles, 25 de marzo de 2009

Porras a la boloñesa


La propaganda es a la democracia lo que la porra al estado autoritario. Esta paradigmática frase del prestigioso lingüista y activista libertario Noam Chomsky no sólo funciona en la realidad, sino que puede hacerlo también como una tautología, donde todos los elementos que la integran (propaganda, democracia, porra y autoritarismo) conforman una especie de batiburrillo confuso, influyéndose unos a otros, y conformando premisas básicas para que el modelo actual de democracia pasiva funciones.

Un buen ejemplo de ello ha sido la actuación descontrolada, hace unos días, de la policía autónoma catalana ante los universitarios que protestaban pacíficamente contra el nuevo Espacio de Educación Superior, más conocido como plan Bolonia. El resultado fue devastador, y las imágenes hablan por sí solas. Una treintena de personas –entre ellas simples viandantes y periodistas- resultaron heridas y los videos demuestran una vez más como la brutalidad policial en forma de represión se exterioriza sin remedio alguno, recordando inevitablemente a los grises de la época franquista. Cuando oigo la palabra cultura, echo mano al revólver, la frase antonomásica del nazismo y el fascismo en general se aplicó de nuevo en Barcelona, y las porras representaron una vez más la unidireccionalidad y la violencia contra la cultura popular, que no es otra que la cultura de todas y todos.

La unidireccionalidad en todos los sentidos ha sido otra de las características más notables y destacables del proceso de aplicación obligatoria del nuevo plan universitario en el Estado Español A base de pequeñas inyecciones televisivas y mediáticas de reportajes pro-Bolonia, en pocas semanas el Gobierno ha conseguido derrocar a la opinión pública que tímidamente se alzaba contra sus medidas perjudiciales, avisando del posible cataclismo. La propaganda, junto a las porras, son las mejoras catalizadoras de la unidireccionalidad de pensamiento propuesta por los gobiernos supuestamente democráticos en la supuestamente avanzada sociedad europea, convirtiéndola en autoritaria.

Por lo tanto, no sólo de propaganda necesita el Estado. Cuando todavía con ella, incluso habiendo recibido los medios suntuosas cantidades de dinero por apoyarles en la campaña de erradicación –como se ha demostrado-, pueden seguir existiendo puntos de naturaleza crítica. Entonces no valdrá tan sólo argumentar que dichos estudiantes no estaban informados, que no saben lo que hacen y que son alarmistas con miedo al cambio. Entonces la única medicina útil será la violencia, ésa fiel aliada del Estado Social y de Derecho, la que nunca le falla. Utilizándola en pequeñas dosis, para condenarla posteriormente, el efecto deseado surtirá pronto efecto. Jarabe de palo para el niño malo, adoctrinamiento en forma de palos y gases lacrimógenos. Ésa es la democracia propugnada por los gobiernos democráticos en la actualidad. Con ella intentan lograr la pasividad de una ciudadanía dormida, que prefiere parar toda atención a la desaparición de una joven asesinada. De momento, sin embargo, no han logrado su objetivo en Barcelona. Las asambleas se radicalizan al tiempo que el gobierno catalán teme y desespera. ¿Qué será lo próximo?

miércoles, 11 de marzo de 2009

Chaqueterismo político

El pasado 1 de marzo, un nuevo paso hacia la unidad de España aconteció con la supuesta derrota del PNV en las elecciones del País Vasco. Habiendo el partido nacionalista conseguido más cantidad de votos en las urnas que sus rivales, Ibarretxe no volverá a colocarse la corona de emperador de Euskal Herria, porque, sorprendentemente, parece ser que PP y PSOE pactarán para que Patxi López consiga el trono.

Al parecer, cuando se trata de desalojar a los nacionalistas del poder, todo vale. Pactando los dos partidos mayoritarios españoles, obtendrían un escaño más que el PNV, con lo que podemos adivinar cómo se avecinará la próxima legislatura: áspera, intratable, finalizada antes de tiempo, con conflictos tanto en el interior como en el exterior del Parlamento vasco. Si hemos podido padecer y comprobar como se las gastan entre sí los dos partidos hegemónicos del Estado Español durante la pasada legislatura, que fue terriblemente conflictiva en cuanto a disputas y rigidez de progresos, ¿cómo será un período político en el cual PSOE y PP convivan en la cúpula alta del poder? ¿Hacia donde avanzará Euskal Herria?

Pero la cuestión verdaderamente importante es otra. El retroceso del PP en el País Vasco es el reflejo de un odio cada vez más generalizado dentro de dicho territorio hacia un partido débil, que no representa a la mayor parte de los vascos, los cuales lo consideran alejado de las demandas sociales. Ante dicha hostilidad del pueblo hacia unos gobernantes extraños, su descontento será patente muy de vez en cuando.

Una vez más, y ante la pasividad de todos, los partidos de masas españoles imponen su visión del mundo. Identifican el nacionalismo como el culpable de todos los males, como si la sombra del franquismo todavía flotara sobre el ambiente, y no dudan en fijarse como principal objetivo desalojarlos del poder, ignorando a los cientos de personas que simpatizan con sus ideas, porque “su interés no es el de España”. Estos métodos fascistas que perviven aún hoy en esta supuesta democracia son una de las causas del terrorismo, aunque no quieran verlo, aunque prefieran considerar a éste como un germen espontáneo cuyos objetivos son macabros, oscuros, y que nada tienen que ver con las reivindicaciones populares.

Por otro lado, el resultado obtenido en Euskal Herria no sólo es fragmentario, deshilachado, fruto del oportunismo político del PSOE en cuestión a las víctimas de ETA, sino que responde a un no reconocimiento de todas las formas políticas presentes en el País Vasco. Dos partidos abertzales fueron prohibidos justo antes de las elecciones, dejando fuera de la representación ciudadana a nada más y nada menos que nueve escaños de los totales.

No ha de extrañarnos, con todo, el sentimiento de revancha, de separación, de odio al Estado Español que subyace en las entrañas de Euskal Herria, porque desde la Constitución, donde los partidos vascos fueron discriminados a la hora de su votación, hasta hoy en día, cuando se ilegalizan partidos y se recurre a mecanismos políticos deshonestos y alejados del bien del pueblo, han estado subyugados, condenados a un ostracismo descompensado con la historia y la cultura de un pueblo de raíces ancestrales, que muy poco tienen que ver con las de la Iberia.

jueves, 5 de marzo de 2009

Caminos

Sentado en el banquillo de los acusados, toda su vida transcurre como una película ante sus ojos. En el interior de su mente se arracima una cantidad insostenible de recuerdos, la mayor parte de ellos agradables. Por ello, decide obstinarse, sumergirse en las aguas de la memoria y bucear entre ellas para así huir del juez, de su abogado, de los medios de información que, con tanta saña, se han vuelto repentinamente en su contra. Y recuerda su infancia, cuando su padre, en su más estricta concepción de la disciplina, le recordaba continuamente que debía esforzarse para ser alguien en la vida, para llegar a lo más alto. Ambición, esa es quizás la palabra que mejor resuma su existencia, y para nada se lamenta de ello. Su padre jamás consiguió nada, y ahora, si siguiera vivo, estaría orgulloso de él. Todos le observan en la sala, pero él no deja de esbozar una amplia sonrisa condescendiente bajo su profundo bigote gris, a juego con la corbata.

Una fortuna incalculable, una vida excelsa, una mansión por casa, las mejores putas de la ciudad y la alcaldía de la misma. Todo ello es lo que le mueve a declararse inocente. ¿Cómo un hombre culpable puede haber conseguido todo eso? Los sobornos, las comisiones, los ostentosos contactos y paraísos fiscales. Todos ellos fueron medios para alcanzar la meta y satisfacer a su padre y, por tanto, están justificados por completo.

De pronto, cuando abandona el ostracismo de la realidad en el que se hallaba inmerso y fija su atención en el juez que se encuentra sentado frente a él, todo su mundo se tambalea, y las piernas comienzan a flaquearle irremediablemente. De pronto, más recuerdos. Destellos de otra etapa de su vida, esta vez en la universidad. Aquel estudiante de derecho escuálido, su antiguo mejor amigo, con acento catalán y formas robotizadas, preside la sala y es quien decidirá su pena. Con él compartió horas y horas de diálogos encendidos, tendidas discusiones sobre espléndidos planes para cambiar el rumbo de un mundo que veían a la deriva. Uno, estudiante de derecho, lucharía por los más débiles. El otro, de Ciencias Políticas, porque para cambiar el mundo había que hacerlo desde dentro. Esa era su mayor consigna en la juventud, y ahora vuelve a él, como un boomerang, intentando transmitirle algún mensaje misterioso. El juez le declara inocente, bajo su atónita sorpresa. Cuando se encuentran en la salida, y le pregunta por qué lo ha hecho, éste le responde sintéticamente:

- Tenemos que salvar a la humanidad, ¿recuerdas?