domingo, 27 de diciembre de 2009

Sobre el desencanto político y el inmenso vertedero



No hubo sorpresas en la asamblea de ayuntamientos adheridos al Consorcio de Residuos del área de gestión 2. Con el apoyo del 80% de los 93 municipios formantes (sólo 9 votaron en contra), la empresa FCC-Dimesa ha recibido el beneplácito para gestionar las basuras que diariamente generan los 315.000 habitantes censados en un total de cinco comarcas. Lo hará a cambio –ni más ni menos- que de 21 millones de euros al año. Primero, claro está, deberá aportar los títulos de propiedad de los terrenos –arduo es el rumor de pelotazo descarado en las propiedades del consejero delegado de la empresa Llanera-, aunque lo cierto es que no importa porque, en caso contrario, el consorcio expropiaría los terrenos y todos amigos. Asunto destacado de todo el proceso es la oposición de 180.000 personas, materializadas en firmas, aunque parece que no es prioridad del Consorcio establecer un debate claro con los vecinos y las vecinas afectadxs.

Pero vayamos a las cifras, sobre todo las negativas. La fecha para la apertura de la planta de valoración: 2015. A partir de entonces, se tratarán 169.000 toneladas de residuos sólidos urbanos al año. Las dimensiones del macrovertedero, por otra parte, serán de 183.902 metros cuadrados: aproximadamente unos 25 campos de fútbol (que se dice pronto). Como sabemos, la llegada de residuos comporta la destrucción de la naturaleza, otro punto fuerte que deberá tener en cuenta el futuro informe de impacto ambiental (si es que lo hay). Y es que el Consorcio parece obviar que el monte ha sido (y es) nuestro principal motivo de existencia, el sol que ilumina a unas localidades pequeñas que sin esos parajes naturales no tendrían sentido. Municipios de interior privados de su naturaleza, de su fuente de vida y existencia.

No queda más que decir, la guerra es declarada con los principios de las grandes ciudades: aquí uno (o una) se viene encontrar tranquilidad, a descansar, a respirar el aire puro imposible en las grandes ciudades turísticas. Pero a los urbanitas poco les importa que no podamos respirar, que probemos de su medicina, porque el turismo de interior siempre ha reportado menos beneficios que el de las grandes ciudades. Y a partir de ahora, ni que decir tiene, que aún reportará menos. La ineficacia de un vertedero tan inmenso está ya probada. Imágenes del de Vitoria (www.noalmacrovertedero.net) relucen una gestión donde las filtraciones de lixiviados son irremediables, así como los malos olores, el deficitario tratamiento de residuos (de nada vale reciclar) o las famosas gaviotas (y no precisamente del PP).

Visto está que no es esta una causa partidista. Y no lo es visto que prácticamente ningún ayuntamiento se ha opuesto a la medida, lo que contrasta con esas 180.000 firmas presentadas por la Plataforma. Tampoco nos cuadra el número de banderas amarillas que cientos de vecinos de las principales poblaciones afectadas todavía a día de hoy mantienen en sus balcones, lo que demuestra la fuerte vitalidad de un movimiento vecinal sin partidos como intermediarios. Porque se ha visto que la pragmática coalición PPSOE no ha funcionado en este caso: no funciona, de hecho, cuando el dinero está de por medio. Y siempre lo está. Ahora que los tertulianos se rasgan las vestiduras porque la confianza en los políticos está bajo mínimos. Ahora que la encuesta del CIS considera a los políticos como el tercer principal problema del Estado Español.

Ahora, es el momento de preguntarse por qué. ¿Por qué un movimiento consolidado de ciudadanos no encuentra representación alguna en sus supuestos representantes? ¿Por qué los partidos están tan alejados de las verdaderas reclamaciones de sus votantes? ¿Por qué hay tanta corrupción? Una infinidad de cuestiones sin respuesta aparente para los tertulianos y que viene a certificar una rotunda hipótesis: ¿no será que los partidos políticos, que el poder en general, ejerce una barrera en la consecución de las demandas ciudadanas? ¿No será ya hora de vivir sin un gobierno sin organizaciones políticas de por medio? ¿No habrá que pensar en que el gobierno sea por fin el nuestro, el de las asambleas de vecinos y la democracia directa? En fin, muchas preguntas y pocas respuestas, dirán los más escépticos y defensores de la representatividad. No sé, será que estoy hoy muy aristotélico.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La renovación pedagógica pendiente




Hace cien años, fusilaron a Francisco Ferrer i Guardia (1850-1909), promotor de una renovación pedagógica basada en los principios libertarios de solidaridad, justicia e igualdad. Lo que, traducido en palabras de Mijail Bakunin viene a ser la verdadera condición humana. La Escuela Moderna o Libres, como se conoce al tipo de colegios surgidos de aquella corriente, promovían –ya a principios del siglo XX- una educación igualitaria entre sexos (lo que suponía toda una revolución) y un currículum escolar que eliminaba los exámenes y todo símbolo de distinción o de competitividad entre las alumnas y los alumnos. La obligatoriedad dejaba de serlo y las clases se basaban en un método de preguntas y respuestas, o mediante actividades lúdicas mediante las que se enseñaban los preceptos básicos de ciudadanía.

Todo eso hoy se ha perdido. Siguen habiendo Escuelas Libres, pero su carácter no institucionalizado les quita fuerza de validez, en una sociedad estandarizada donde se obliga a pasar por una serie de fases (o aros) para que una persona se convierta en perfecta ciudadana. Ferrer i Guardia fue fusilado simplemente por su carácter libertario, por oponerse al orden establecido, y porque Alfonso XII debía matar a alguien para resarcirse del atentado que contra él planeó otro anarquista, Mateo Morral. Ellos dos, Morral y Guardia, encarnan dos modelos libertarios frustrados igualmente por el poder de la autoridad: el pacífico y a largo plazo, encarnado por una educación laica y basada en la racionalidad; frente al anarquismo de la acción directa, la bomba y la propaganda por el hecho. Ambos pueden ser defendibles o no, pero de eso no quiero ocupar estas líneas.

Vuelvo a repetir la figura lacista que encarnó también Ferrer i Guardia. Ferviente materialista, estaba con Bakunin en aquella famosa frase que le pegaba la vuelta a la de Voltaire (si Dios no existiera habría que inventarlo), y decía Bakunin: si Dios existiera, habría que exterminarlo. ¿Por qué? Porque su existencia supone la genuflexión de la humanidad hacia el concepto de perfectitud que encarna la divinidad. Mientras existan dioses, existirán esclavos. Por eso no sólo se eliminaron los crucifijos de las aulas, sino que uno de los saludos comunes entre los alumnos encabezaba por la frase: no hay Dios. Hoy, la triunfante Iglesia Católica –impune de los crímenes cometidos durante la era franquista- sigue pregoneando la imposición de sus signos, en una sociedad más multicultural que nunca, y defendiendo causas perdidas con un amplio eco en los medios de comunicación.

Parece que no hay salvación en la escuela institucionalizada. La última propuesta, la de dotar a los profesores de un cargo de autoridad, sigue siendo posiblemente muy insatisfactoria. Porque el problema no es la carencia de autoridad, sino la falta de aprovechamiento. Las alumnas y alumnos se encuentran con una libertad que no pueden hacer verdaderamente efectiva dentro de las aulas, porque los rígidos horarios de materias que de poco les servirán en un futuro les obligan a perder una valiosa juventud con el trasero pegado a un asiento. Es como si a las palomas se les cortaran las alas, como si camináramos hacia atrás, como los cangrejos. ¿De qué vale la libertad, si no se puede hacer uso de ella? Inteligencia emocional, empatía, solidaridad. Esos son los conceptos que hacen falta en la escuela.

martes, 1 de diciembre de 2009

La deuda del mundo con América Latina (II): Honduras




La historia vuelve a repetirse. Todo el mundo se entromete en los asuntos del continente latinoamericano, pero éste siempre acaba resultando perjudicado. El primer batacazo en materia internacional del superpresidente Obama pasa por Honduras. Ahí es donde ha terminado por descarrilar su tren de credibilidad, que ya iba tambaleándose por el camino del descrédito. La cuestión es que, al final, ha pasado lo que los expertos de izquierdas temían. Un golpe de estado en primera instancia condenado por la opinión internacional –pero siempre con medias tintas- que degenera en un proceso de agotamiento de los hondureños y las hondureñas. Una negativa a devolver al poder al constitucionalmente elegido Manuel Zelaya sucedida por la convocatoria de elecciones por el militar Micheletti que termina con unas elecciones donde la abstención supera el 60% y resulta como vencedor un conservador. De repente, el inmenso apoyo popular que tenía Zelaya ha desaparecido, incluso del discurso mediático. Un golpe de Estado militar impune y aquí no ha pasado nada.

Carlos Herrera, el hombre-anuncio (cada dos por tres se llena la boca de publicidad comercial en su programa radiofónico), sin embargo, calificó a las elecciones de “perfectamente legales” y de “un triunfo para la democracia”. Sin embargo, para él, como para tantísimos periodistas (que han perdido definitivamente el norte de la imparcialidad y el juicio sereno), que triunfe la democracia significa que triunfe el conservadurismo, ahora encarnado en el país hondureño por Lobo. Y precisamente el nuevo presidente ilegítimo será eso: un lobo para el desprotegido pueblo de Honduras, una nación que suma a los maltratos internacionales hacia el continente sud-americano. Obama se ha apresurado a darle la bienvenida. Seguro que las empresas norteamericanas vuelven a babear ante las nuevas perspectivas comerciales. Sin duda, el triunfo es que en Honduras no exista un presidente amigo de Chávez y Evo Morales, calificados por los medios capitalistas como “el eje del mal”.

Y si ese eje del mal ha sido elegido democráticamente en las urnas, se le llama populismo. Se apoyan golpes de Estado militares para derrocar a los gobiernos. Lo que sea con tal de “liberar” a los países. ¿De qué se les libera? Del yugo que para los países occidentales representa el socialismo. Y no hablamos del socialismo impostor del gobierno de Zapatero y compañía (que tampoco se ha atrevido a condenar las elecciones), sino al que pone en jaque el libre comercio, opresor para los países empobrecidos. Quienes se ven perjudicados con presidentes como Chávez o Evo Morales no son otros que los intereses empresariales de las compañías españolas como Repsol o Gas Natural, o incluso de los conglomerados periodísticos como Prisa, con grandes intereses en países como Venezuela o Colombia.

La deuda del mundo con Latinoamérica va en aumento. Obama ha demostrado que el pueblo latinoamericano no puede confiar tampoco en su política para salir del camino errático de las dictaduras militares. La única solución debe venir –perdido el apoyo internacional- del pueblo. Revolución o inanición. Esa es la consigna que deberá emprender la ciudadanía para conseguir el poder del pueblo y para el pueblo; un poder que es negado constantemente por las urnas.