lunes, 19 de abril de 2010

Las Víctimas colaterales del conflicto Vasco

Euskaldunon Egunkaria, primer periódico editado íntegramente en euskara, fue clausurado por el juez Juan del Olmo en 2003, auspiciado por unos informes de la Guardia Civil. Cinco miembros directivos fueron detenidos y juzgados. Según la fiscalía, el periódico servía como instrumento de blanqueo de capital de la banda armada ETA, que lo habría financiado e incluso designado a sus directivos a dedo. La operación entra dentro del contexto de frenética represión que caracterizaron los primeros años del presente siglo en el Estado Español. En esa época, también se cerró EGIN, otro diario que se vinculó a ETA, dentro del macrosumario 18/98 que, encabezado por el juez Garzón, clamaba el “Todo es ETA” en la sociedad vasca.

Ahora, la Audiencia Nacional ha anunciado la absolución de los directivos de Egunkaria, ratificando la inocencia y la desvinculación del diario con el entorno de ETA. Un final feliz para los acusados, tras un calvario de siete años, en un proceso alargado, a pesar de que la fiscalía había retirado los cargos, por la persistencia en la acusación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y Dignidad y Justicia.

Pero incluso más lamentable que la actuación judicial, ha sido el tratamiento del proceso a través de los medios masivos de comunicación. El 8 de marzo de 2003, el diario El País dedicaba una información a tres columnas en la portada a vanagloriar el cierre del diario, dando por hecho su actividad luctuosa y vulnerando la presunción de inocencia de los detenidos. En el interior, un editorial y varios artículos de opinión de los que extrajimos una conclusión: la cultura vasca –y, más concretamente, su lengua- estaba infectada por las posturas pro-terroristas y vinculada irremediablemente a ETA.

Fernando Savater escribía sobre la «asimilación entre el euskera y nacionalismo radical». En el cuerpo de la noticia sobre el cierre también se daba pábulo a la asociación entre la lengua vasca y el terrorismo. Las fuentes utilizadas en dicha información son exclusivamente policiales, cuando no declaraciones procedentes del Ministerio del Interior.

La noticia sobre la absolución, sin embargo, fue mucho más escueta que la del cierre. Apareció un nuevo editorial del diario, titulado «Egunkaria acaba bien» mostraba un cambio radical en la línea editorial de El País. Como si, desde un principio, hubiera rehusado del juicio. Es la actitud de tirar la piedra y esconder la mano. Tiraron la piedra cuando se inició el proceso y esconden la mano ahora, cuando se sabe la inocencia de los enjuiciados. Tiraron la piedra contra la lengua vasca al clamar que tenía relación el uso del euskara con la vinculación a ETA. Ahora, esconden la mano, y aseguran que es «un hecho erróneo vincular esa lengua con ETA».

También esconden la mano ahora, cuando informan de que «incluso los miembros de la Guardia Civil que comparecieron como peritos reconocieron que no se había investigado si la línea del periódico era o no de apoyo a ETA». Buceamos en la hemeroteca de El País, pero no encontramos estas declaraciones en ninguna información, en el momento en el que se produjeron. Simplemente, se dedicaron a acatar acríticamente la versión policial. Uno de los mayores reproches que se pueden hacer a El País es que ni siquiera leyera un ejemplar de Egunkaria antes de condenar al periódico vasco.

Tanto el citado periódico como El Mundo y ABC tienden a mezclar deliberadamente informaciones con opiniones en todo cuanto al conflicto vasco se refiere, así como a manifestar una línea editorial unívoca, donde el pluralismo se torna en espejismo. Lo hicieron cuando, tras el cierre de Egunkaria, tan sólo utilizaron fuentes estatales e institucionales. Si se hubieran molestado en no acatar la sentencia directamente, quizás hubieran descubierto que, como asegura ahora la Audiencia Nacional en su informe absolutorio: «El cierre cautelar de Egunkaria no tenía habilitación constitucional directa y carecía de una norma legal específica y expresa que la autorizara». Ahora, sin embargo, hablan de «injerencia en la libertad de prensa» (El Mundo). Nadie discrepó –en ese pensamiento único característico de los mass media españoles- sobre el cierre inconstitucional de Egunkaria cuando se produjo. Ahora, todos esconden la mano.

Abuso de fuentes oficiales, sobredimensión de los hechos antes de que hubiera una sentencia, excesivo uso de valoraciones y ocultamiento de ciertas informaciones o suposiciones. Esas son algunas de las características que marcan el tratamiento de los medios sobre el conflicto vasco. Un trato que intenta alimentar la crispación interna y que no busca alternativas de diálogos encaminadas a un proceso de paz efectivo. El estado de excepción informativa existente en Euskadi es el causante de algunas víctimas colaterales. En este caso, han sido los directivos de Egunkaria y el derecho a la libertad de prensa. ¿Quién compensará los daños morales causados por decenas de tertulianos y periodistas calumniadores?

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