martes, 20 de octubre de 2009
Estado policial
Una vez más, los ciudadanos y ciudadanas de las comarcas de La Costera y La Canal de Navarrés utilizaron el único recurso democrático para protestar contra la instalación de un macrovertedero en un diminuto pueblecito de la primera de las comarcas mentadas. Y digo único porque en esta democracia indirecta, nuestros supuestos representanes, los políticos, nos han abandonado en un tema tan candente en la opinión pública como éste, utilizando el voto de tantos para venderse al mejor postor y sacar el beneficio de llevarse la mierda –con perdón- a otra parte. Pues bien, miles de personas asistieron a tamaño acto de fuerza protagonizado por vecinas y vecinos de clase media, separados por los lindes municipales e incluso por diversidades ideológicas, pero unidos, al fin y al cabo, por una misma causa: la reconsideración de que Llanera se convierta en el basurero de la zona.
Sin embargo, pese a la normalidad pacífica que reinó entre los congregantes durante toda la manifestación, las fuerzas de seguridad se encargaron de amañar un poco más los cauces democráticos de la ciudadanía para luchas contra las injusticias. Si les digo que un policía de la secreta; es decir, vestido de paisano, hizo su aparición estelar al retener a unos jóvenes por el simple hecho de realizar una pintada en un muro de una casa abandonada, ciertamente parecerá que algún bribón con ansias de poder ha vuelto a instaurar una dictadura en el Estado español. Pero no. También es muy extraño en un país democrático el hecho de que sean las mismas fuerzas de seguridad, bajo órdenes sumisas de las políticas, las que marquen el camino por donde debe transcurrir la manifestación, palmo a palmo.
Y ese camino fue ciertamente y, para ser sinceros, deplorable. En lugar de transcurrir por las calles principales del municipio –donde, curiosamente, vive el alcalde, el mismo que dio el visto bueno a la adopción del enorme vertedero-, la marcha fue obligada a hacerlo por caminos empedrados y por zonas sin iluminación ni viviendas a la vista. Así todos ganan: los manifestantes se creen que su voz se escucha y el poder político puede respirar tranquilo porque la manifestación está controlada. La situación fue verdaderamente lamentable: jóvenes, algunos de los pocos que luchan por disminuir las injusticias sociales en nuestras comarcas, llamados a identificarse ante los infiltrados. La reacción popular fue justa, clara, de abominación contra los actos de la guardia civil. Un cuerpo que fue cobarde: ya nadie se atrevió a retener a más manifestantes mientras se gritaba en su contra.
El Sistema actual demanda un orden tan grande para contener la amenaza continua explosión que la libertad de expresión acaba difuminándose entre las paredes del Estado de Derecho. En una sociedad ligeramente desordenada, lo que hace un individuo a penas se hace notar. En una sociedad con un orden tan severo como la nuestra, la oveja negra sufre de persecución, porque no sigue al rebaño. Los perros guardianes, al servicio de los gobernantes, están, además, aliados con el imperio mediático y comunicativo. Sorprendentemente, muchos fueron los medios que ni siquiera se hicieron eco de la noticia, a pesar de que no todos los días se producen manifestaciones tan multitudinarias en las localidades de las comarcas centrales del País Valenciano. Quizás no sea algo funcional a sus intereses, que no son otros que contribuir al mantenimiento de la estructura endémica del sistema; es decir, al orden.
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