martes, 2 de diciembre de 2008
Mercantilización
Hay días que se podrían resumir con una palabra clave. Se trata de un sustantivo, adjetivo o adverbio que aparece tantas veces durante el transcurro del mismo que parece que vivimos en un guión de cine empeñado en transmitir algún mensaje absurdo a los telespectadores. Esa palabra es omnipresente, aparece por doquier, aunque quizás nunca antes la hayas oído hasta ese mismo día. En las conversaciones con amigos, en la televisión, en la prensa, el la universidad. Hasta en la sopa. Pues bien, la palabra clave de hoy ha sido mercantilización. No sé si será una especie de señal o algo así, pero realmente asusta.
Los mercados existen desde que el hombre es hombre, la mujer, mujer y viceversa. La diferencia de los mercados primitivos con los de hoy en día es que entonces se intercambiaban productos necesarios para la vida, mientras que hoy, todo es un producto, y, por lo tanto, todo se mercantiliza. Tan sólo hay que ver los primeros diez minutos de esa frivolidad elitista llamada Sexo en Nueva York para comprobar como la conversión en mercancía del mundo ha llegado hasta el sexo (que no amor). Hombres y mujeres transformados en carroña sexual para el disfrute pasional de unas pocas horas. La importancia ya no está en la calidad, sino en la cantidad. Variedad, frivolidad, novedad. Conceptos asociados a nuestra palabra clave de hoy y también al mundo de las necesidades actuales.
El sistema capitalista –ese que no perece ni aunque cien mil banqueros se desplomen ante él- es, en buena medida, culpable de esta situación a la que asistimos diariamente con una pasividad preocupante. Todo es susceptible de ser comprado y vendido, y los famosillos que inundan la televisión son una buena muestra de ello. Lo peor es que la gente los compra, a pesar de que sean delincuentes o, simplemente, sinvergüenzas sin oficio ni beneficio. Otra prueba de la mercantilización es la educación, el auge de lo privado. El plan Bolonia, sin ir más lejos. Se diga lo que se diga desde las posturas institucionales –las más dedicadas a la compraventa de todas-, el llamado plan de Estrategia 2015, llevado a término por el actual gobierno “socialista”, no es más que una intromisión -con todas las letras- de las empresas en la vida universitaria, que dejara de ser filosófica para ser crematística. Sí, es cierto, los universitarios buscamos una posterior salida laboral, como todo hijo de obrero. Pero, ¿sólo buscamos eso en las facultades? ¿Acaso no son las únicas que pueden dotarnos del tiempo y los medios necesarios como para cultivarnos, fomentando la reflexión crítica, esa que puede permitir construir un mundo mejor? Se encienden las alarmas de Bancaja. ¿Pensamiento crítico? Dios mío, llamen al Gran Hermano y a la Policía del Pensamiento ¡ya!
Una última reflexión que no me deja dormir por las noches. Si como afirman en Sexo en Nueva York, las relaciones superficiales y del hoy te he visto y mañana no me acuerdo priman en la sociedad postmoderna actual, ¿dónde queda el amor? La respuesta es clara: no queda en ningún sitio, porque realmente es lo único que queda. Amar en tiempos revueltos es la única actividad plenamente no mercantilista, el único acto de rebeldía que el sistema no puede absorber, como hace con todo. Creer en él no es sólo creer en el ser humano y su salvación, sino pensar en una sociedad mucho más igualitaria, donde la economía quede desterrada hacia el infinito de los problemas modernos. No piensen en esto como una utopía irrealizable porque no lo es. Dejen el prozac de una vez por todas y amen, amen con todas sus fuerzas. A sus hijos, a sus vecinos, al mendigo al que nunca da limosna. Sus médicos se lo agradecerán.
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1 comentario:
Para empezar, lo mejor que puedes hacer es no ver "Sexo en Nueva York". Siempre hay algo mejor que hacer.
Saludos,
Dibujando la Crisis
Janario.
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