jueves, 6 de noviembre de 2008

No, we can't

El 4 de noviembre de 2008 pasará a la historia por ser el día en que el primer presidente negro alcanza la presidencia en un país como Estados Unidos, donde hace a penas unas décadas ni siquiera podían votar. El triunfo de la democracia, la llegada del cambio. Con independencia de que el resultado iguale al nivel retórico gracias al cual Obama ha conseguido ser ganador, el 4 de noviembre de 2008 también será recordado (aunque menos a escala global) por ser el día en que los universitarios y las universitarias consiguieron su propósito de debatir con el rector acerca de la entrada de la Universidad de Valencia en el nuevo Espacio Europeo de Educación Superior.

El movimiento universitario en Valencia, en el cual los y las estudiantes se han organizado a través de asambleas nítidamente horizontales y sin dirigismos políticos de ninguna clase, ha sido todo un éxito en cuanto a las formas. Miles de estudiantes se concentraron en el día de hoy en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación para un debate abierto con ese ente al que todos daban por inexistente, de nombre Francisco Tomás, rector de la Universidad, y en teoría representante de nuestros intereses.

La asamblea discurrió de forma pacífica, pero el rector no estuvo dispuesto a posicionarse hasta que el cuello de la corbata comenzó a aprisionarle en su cárcel interior, demasiado como para soportarlo. Sólo entonces, siempre con la sonrisa en la boca y siempre alabando la lucha estudiantil, comprendiéndola y calificándola de extraordinaria en el derecho a la libertad de expresión, rechazó el referéndum vinculante, único punto en el que los y las estudiantes no estamos dispuestos a ceder. Lo único que alegó para su oposición fue el hecho de que los estatutos de la universidad lo impedían. Siempre los estatutos. Siempre ese Derecho del que el Estado bebe y que parece haber sido configurado en contra de los verdaderos derechos y libertades de los ciudadanos.

La conclusión acerca de su posicionamiento y el de la institución fue clara. Nadie tiene ni el más mínimo conocimiento de qué demonios es realmente Bolonia, cómo viene y cómo se va a aplicar. La fecha también es una incógnita, lo que nos deja a los y las estudiantes como los conejillos de indias que ven venir de las inyecciones de los médicos su triste final, sin poder hacer nada por remediarlo. Esta “revolución educativa” es claramente incompatible con el actual modelo de universidad, estancado, endeudado y totalmente rígido en cuestión a nuevas modificaciones. Si, como se presupone, nadie va a aportar ni un solo euro para realizar el cambio, ¿qué va a cambiar realmente en beneficio de los estudiantes? ¿No será como ese “cambio” que promueve Obama? ¿Ese que siempre anuncian y que nunca llega para los ciudadanos de a pie?

Una vez más, los estudiantes han demostrado que, por mucho que los medios de comunicación les tachen como la “generación del botellón”, en cuestiones de lucha social y organización no hay quién les gane. El adoctrinamiento pasivo que promueven desde la Unión Europea no es aceptado por los críticos salidos de un sistema universitarios público que precisamente ellos mismos pretenden derrumbar. Porque la crítica no tiene lugar en la nueva Europa. Sólo el capital de las grandes empresas. El dinero, siempre el dinero. Cuando los órganos de apariencia democrática ponen trabas a la participación de los ciudadanos, cuando uno es consciente de la débil estructura institucional y su rigidez. Cuando las opiniones de la mayoría no son vinculantes porque las normas así lo dicen. Es entonces, después de todos esos supósitos, cuando uno se da cuenta de la farsa política en la que se halla inmerso, orquestada por unos políticos alejados de la realidad social, que se creen en el derecho de imponer lo que creen que será lo mejor para todos. Es entonces cuando la democracia muere en sus cajones, y, desprovista de su fachada de libertad e igualdad, muestra su verdadero rostro, cubierto de miseria y humillación.

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