jueves, 13 de noviembre de 2008
La solución
La Generación de los 80 es conocida por muchos nombres. Son los descubridores del botellón, de las nuevas sustancias alucinógenas, de la vagancia y el escaqueo. Términos constantemente repetidos, machaconamente lanzados por los medios de comunicación, también reinventados por los nacidos en esta época. En su madurez, la sociedad de la información se hizo viva, dejo de ser un germen para convertirse en una realidad. Enganchados a los videojuegos, a Internet, a lo audiovisual, subproductos degradantes de la época post-capitalista que los convirtieron en zombies a los quince años. Vieron renacer de sus cenizas a la economía de mercado, muchos de ellos vieron caer el muro de Berlin, a la vez que fueron divisando la construcción de numerosos muros alrededor del mundo, cada vez más altos, cada vez más infranqueables.
Una pequeña porción de jóvenes, sin embargo, decidió desde un primer momento desprenderse de las vendas impuestas por el influjo dominante de la comunicación unidireccional manejada desde las grandes multinacionales del imperio, divisar los muros e intentar construirlos. Mayo del 68 sólo fue una gota. Desde entonces, el sistema buscó nuevas formas de actuar contra los disidentes, alejadas de la violencia. Las porras ya no funcionaban en las democracias avanzadas, así que los medios de comunicación se convirtieron en los nuevos instrumentos de control de las masas descarriadas, incapaces de vivir con orden, incapaces de administrar la ínfima libertad que el poder les había concedido. Éstos jóvenes visionarios también se deshicieron de las etiquetas impuestas. Dejaron de ser la generación del botellón y de las drogas de diseño. Se alejaron de las pantallas o a las utilizaron con fines sociales. Para organizarse y luchar. Sustituyeron las videoconsolas por los manuales de Chomsky. Se deshicieron de las cadenas y de los estereotipos inculcados por una publicidad presente en todos y cada uno de los momentos cotidianos, y convertida en necesidad de la proporción mayoritaria de la ciudadanía. Denunciaron la globalización, no por estar en contra de la aceptación de la diversidad, sino porque sólo era un mecanismo más para construir nuevas barreras que obstruyeran el edificio público de pensamiento. Porque en su letra pequeña venía la palabra privatización.
Atravesaron el túnel, lograron salir de la caverna platónica y contemplar el mundo desde la perspectiva real, alejada de los dogmas partidistas y las teorías democráticas de feria. El mundo de las ideas se alzaba al fin ante ellos. Como el ser humano es un animal social, se organizaron rápidamente, sin pausa pero sin prisa. Colectivos, asambleas, coordinadoras, novísimos movimientos sociales, redes sociales a través de Internet, ateneos, centros sociales ocupados, comunidades. Como no podían pagarse una vivienda, a pesar de que había miles vacías, la ocuparon. Construyeron un mundo perfecto entre las desaprovechadas paredes de las casas ocupadas, su mundo, y no aquel que les querían hacer ver como el único, el impuesto desde arriba. Y allí vivieron, y viven, alimentándose de lo que producen, educando a los niños desde la igualdad y el amor a la naturaleza, cultivando, organizando talleres, teatros, cinefórums. Cultura alternativa como arte de liberalización.
El movimiento asambleario, donde realmente se escenifica la democracia directa y verdaderamente participativa de todos los ciudadanos sin distinción, es su principal baza. Los boletines de contrainformación, los blogs y las redes sociales, sus medios de comunicación, alejados por supuesto de las élites institucionalizadas. A través de ellos siguen organizándose, intentan abrir las mentes de los que todavía viven en la caverna. Las injusticias lanzadas desde los centros de control de un mundo cada vez más global -en el sentido del unicentrismo- les unen más. En los últimos días los estudiantes universitarios y de bachiller lo han demostrado. Prácticamente a diario hay actos contra el proceso de convergencia europea, conocido como Plan Bolonia. Cuando la burocracia elefantiásica elude la confrontación y discrepancia con millones de manifestantes en toda Europa, evitando el diálogo, y alude a los problemas de información de los estudiantes como causa de las protestas, algo falla. Y no sólo es la democracia, que se deteriora a diario, muriendo entre los cajones de un sistema parasitario que incluso amenaza con despedazarla. Hay algo más, una fuerza superior y nebulosa que cabría identificar y suprimir de raíz. Sin duda alguna, estos jóvenes, los mismos que ayudan a gente sin recursos, a inmigrantes sin raíces o a personas dependientes, pronto hallarán la solución.
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