viernes, 10 de octubre de 2008

Los delitos del tío Sam en su patio trasero


El control que históricamente han ejercido los Estados Unidos sobre América Latina –siniestramente conocida como su patio trasero- no es nada nuevo. De hecho, Latinoamérica ha intentado desde siempre vencer ese yugo norteamericano, intentando desmarcarse de esa denominación fruto del obligado imperialismo al que Washington se acoge desde el principio del capitalismo moderno. Resultan de sobra conocidos casos como los de Chile, donde fue derrocado Salvador Allende, Nicaragua, en el caso del Frente Sandinista o, más recientemente, en Venezuela. Las técnicas neoconservadoras actuales no hacen más que acelerar el interés expansionista de Estados unidos, tejiendo toda una tela arácnida que intenta englobar los países en los que las reservas energéticas se erigen como un jugoso aperitivo para la que muchos llaman la democracia más avanzada del mundo.

Es el caso de Venezuela, principal motivo de preocupación estadounidense, al tratarse del primer productor de petróleo del hemisferio occidental, incluso mayor que Arabia Saudita si el precio del crudo se mantiene lo suficientemente alto para que la costosa explotación de su petróleo resulte rentable. En dicho país, el gobierno de Bush ejerció su típica ofensiva bipolar. Pero parece que sus estrategias están perdiendo la efectividad que tuvieron antaño. Por un lado, utilizando la violencia, patrocinaron un golpe de Estado en 2002, que consiguió encerrar entre rejas al presidente elegido democráticamente, Hugo Chávez. Sin embargo, la presión popular favorable a Chávez, cuyo apoyo democrático es la envidia de los países occidentales, consiguió restaurar el gobierno y echar a los militares del país.

Al parecer, como bien dice el intelectual y activista Noam Chomsky, en América Latina “se toman la democracia mucho más en serio que en Occidente y el derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente no se acepta sin rechistar”. Por otro lado, la presión económica que intenta someter a estos países al yugo norteamericano también comienza a resentirse. Los países latinoamericanos están logrando vencer las deudas contraídas con el FMI, que básicamente viene a ser una ramificación del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, y ahora es Venezuela quien les ayuda en la economía de forma más independiente. Argentina ya anunció que se libraría del FMI, uno de los causantes de su grave crisis económica, al igual que Brasil, en lo que parece por fin un vencimiento de la opresión a la que durante tantos siglos han estado atados estos países.

Al parecer, estas premisas no son vistas con el mismo criterio en nuestros países, los medios españoles –a excepción de Público- no dudan en atacar a la yugular a los gobiernos de izquierdas de América Latina, tachándolos de “populismo radical”, término utilizado para designar al nacionalismo independiente que no obedece órdenes. Aún así, la presencia militar de Estados Unidos en América Latina sigue aumentando significativamente. En Bolivia, principal productor de gas natural del continente, done el gobierno fue elegido por la mayoría indígena, los ricos perjudicados y culpables de la pobreza del país amenazan con un proceso de autonomía que pondría en peligro los grandes logros en materia de igualdad y educación del presidente Evo Morales. El conflicto ha sido vivido en España con la dudosa moralidad del principal diario, declarado de izquierdas.

El diario El País no dudaba en achacar los graves conflictos a los intentos de Evo Morales en afianzar un autoritarismo antidemocrático bien alejado de la realidad. Tanto en Venezuela como en Bolivia, los gobernantes han sido ratificados recientemente en el poder mediante consultas legales en los que la mayoría popular les ha devuelto la confianza, ante la masa enfurecida de burgueses, que ven peligrar sus exclusivistas riquezas.

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