sábado, 9 de octubre de 2010

Mercaderes del dolor (o el lucrativo negocio de las farmacéuticas)



Que la industria farmacéutica mueve billones en el mundo es un hecho (es el tercer sector económico mundial, tras el comercio de armas y el narcotráfico, según Naciones Unidas). Los medicamentos son, al fin y al cabo, bienes de consumo, y como toda empresa en un sistema capitalista, el objetivo de las entidades que distribuyen fármacos es, lógicamente, maximizar sus beneficios. Cuánto más enferma esté la sociedad, más ventas, con lo que no es poco común que se magnifiquen y exageren síndromes con tal de que la demanda de medicamentos crezca. Los gigantes farmacéuticos inyectan hipocondría en la sociedad a través de agresivas campañas publicitarias (destinan el doble en promoción que en investigación) y terminamos atiborrados de pastillas que, en ocasiones, no pasan de ser puros placebos. Son mercaderes que convierten el dolor pasajero en trastorno grave y la salud de millones de personas en un negocio multimillonario.

Como casi siempre, quizás lo peor de todo son las fuertes subvenciones públicas que la industria recibe para la investigación. Unos estudios que, en muchas ocasiones, terminan en esa descarada invención de patologías inexistentes. Una mayor transpariencia es deseable, si no se quiere llegar al extremo de la nacionalización del sector. Lo que resulta escalofriante es que, mientras en el primer mundo gastamos miles de euros en medicinas que curan dolencias que bien podrían curarse solas, con un poco de tolerancia del dolor, millones de personas mueren en los países pobres por meros resfriados y enfermedades de baja peligrosidad aquí, por el hecho de no tener acceso a los fármacos. Es para reflexionar.

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