Ganó España el Mundial y por momentos el júbilo nos devolvió una felicidad que muchos creían perdida. El pesismismo español se evapora y unos héroes con rostros de futbolistas y sueldos millonarios salieron de Sudáfrica con el botín prometido. Parece mentira que, para olvidarnos de la crisis, necesitemos a once tipos en pantalón corto que cobran lo que no está escrito. Pero, en fin, así es el mundo: ellos se llevan la prima millonaria, y nosotros somos los primos que seguimos cargando con el desempleo.
Me había prometido no ser un aguafiestas. Es difícil, sobre todo después de lo que han vivido en Navarrés este fin de semana. Como la selección española, María José Such visitó un país del Tercer Mundo. Pero a diferencia de los jugadores de «La Roja» no salió de allí con ningún trofeo. Fue a ayudar, a aportar esfuerzo sobre la pobreza inhumana que asola muchas zonas de Perú. Y lo cobró con su propia vida. A la desesperación familiar se ha tenido que sumar un error que llevó a intercambiar su cuerpo con el de otra cooperante. Indignación, nervios, incertidumbre. Todo el pueblo volcado con una de sus vecinas más queridas.
Como María josé, decenas de jóvenes deciden dedicar sus vacaciones al turismo solidario. Podrían irse a Ibiza, o simplemente visitar la parte rica de algún país empobrecido, pegarse la fiesta, hacer cuatro fotos y volver como si nada. Pero no. Dedican su tiempo libre a trabajar contra la injusticia que azota el mundo y tratar de devolver la dignidad a unos niños que nunca conocieron su significado. Otros jóvenes, desde nuestras comarcas, cuidan de aquellos que lo necesitan. Aunque trabajen de manera precaria y no reciban las ayudas prometidas por los gobiernos (¿cuántas personas siguen esperando que se aplique la Ley de Dependencia?), se sacrifican por los desamparados, ya sean niños sin familia, ancianos o discapacitados.
Los verdaderoe héroes no tienen rostro. Educadores, trabajadores sociales, voluntarios que ponen su vida en peligro por pura solidaridad. Rescatan un valor que creíamos perdido aquí, en el Primer Mundo, donde reinan la avaricia y el egoísmo descarnado.
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