jueves, 15 de enero de 2009
Donde comienza y termina la civilización
Desde que, en 1947, y con el drama del holocausto judío bien reciente, se determinara la creación de un Estado Israelí en medio de lo que siempre se había conocido como Palestina, el drama no ha hecho más que crecer en dicha zona del Oriente Medio. Cuna de la civilización, por un lado, y campo de destrucción diaria por el otro. Un punto concreto del mapa donde las dos caras inseparables del ser humano se juntan en una misma dualidad insoportable. Civilización y barbarie. Dominación doctrinaria, nacionalismo y uniformismo cultural.
El estado de Israel no sólo se creo sin el consentimiento palestino, sino que, desde entonces, los israelíes no han hecho más que multiplicar sus asentamientos –incluso más allá de la frontera de Gaza, que marca la separación entre ambos territorios-, causando en muchos casos continuas vejaciones a los palestinos, expoliando tierras y obligando a los campesinos a abandonar sus cultivos. Es, por tanto, la pescadilla que se muerde la cola. Las víctimas de la diplomacia internacional convertidas en verdugos sanguinarios, sin piedad alguna. Y aquellos sobre los que se tiene el mayor miedo en este mundo globalizado, los musulmanes, arrinconados y continuamente a la defensiva, excepto en minorías terroristas, las únicas que oponen cierta resistencia a la injusticia israelí. Y es que los israelitas se han convertido, precisamente, en aquello a lo que más odian. Fascistas diletantes que luchan por imponer su propia cultura más allá de los límites establecidos.
Y lo peor es que gozan de total impunidad internacional. Tan sólo los países próximos, aquellos para los que nadie cuenta, han intentado poner fin a la barbarie y a la matanza, mediante la vía del diálogo. Mientras tanto, la ONU es una vez desoída porque el jefe de todo esto, Estados Unidos, sólo hace que lanzar largas acerca del conflictos y se opone a una posición clara. Incluso Obama –qué decepción para los social-demócratas de medio mundo- ha justificado con medias palabras los ataques de Israel.
Y es que si analizamos las causas del nuevo conflicto, sólo observaremos motivos que inculpen al estado presidido por Olmert. En primer lugar, se encuentra dicho estado transitorio en Estados Unidos. Aprovechando el clima de inestabilidad propiciado por un gobierno en funciones y una administración que ya ha tirado la toalla en cuestión de materia exterior, Israel no ha dudado en aprovechar el momento. En segundo lugar, y quizás como cuestión más importantes, se encuentra la proximidad de las elecciones en territorio israelí, que se celebrarán el próximo 10 de febrero. Según las últimas encuestas, los tres partidos mayoritarios –todos ellos de carácter expansionista- obtendrían unos resultados muy igualados. Y nadie duda de los réditos electorales que obtendría el presente gobierno de conseguir “buenos resultados” en el conflicto.
De momento, más de mil palestinos han muerto, frente a los trece israelíes fallecidos. Una cifra irrisoria vista en comparativa, que no hace más que añadir una gota más frente a la postura de Israel, que justifica los bombardeos por los cohetes lanzados por Hamás. Dichos bombardeos no son selectivos, sino que utilizan bombas de rácimos, las cuales no tienen objetivos concretos, sino que se esparcen por todo el territorio palestino causando cientos de muertes de civiles. Por otra parte, y ante la vergüenza que debe suponer al pueblo español, muchas de estas bombas y armas usadas por Israel, han sido vendidas por nuestras empresas.
Palestina ha sido un pueblo víctima del imperialismo mundial y de la burocracia que creyó oportuno compensar de alguna manera a todos los judíos. Su solución no fue otra que crear un Estado de la nada, basado en odios, rencores y nacionalismo agresivo. Las consecuencias durante estos sesenta años han sido desastrosas. La postura expansionista de Israel no mejora las cosas, sino que, por el contrario, las complica todavía más. Y es que mientras miles de personas en todo el mundo demandan el alto el fuego en todo el mundo, lo cierto es que los asentamientos israelíes en Cisjordania –territorio palestino- no dejan de aumentar.
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